Que la magia de un año nuevo nos llene de humildad para poder seguir luchando por nuestros sueños y construir un futuro mejor.
Diciembre es el mes en que todos somos llamados a ser humildes, pero ¿qué significa esto realmente? Lo primero es comprender la diferencia entre el camino de la humildad y el de la soberbia.
Una persona soberbia se caracteriza por mantener una actitud de superioridad, creída de saberlo todo, manifestando una actitud arrogante y prepotente hacia los que le rodean. Considera que es merecedora de privilegios y es incapaz de aceptar sus propias limitaciones. Los soberbios no reconocen sus orígenes, no valoran cómo han llegado al “hoy” y esto los debilita al momento de intentar construir un mejor futuro.
El humilde, en cambio, mantiene una estrecha relación con su pasado, lo atesora y vive el presente con gratitud, aprendiendo de sus errores y apreciando lo alcanzado. Es capaz de construir su futuro sin temor a lo desconocido y confiando en la colaboración de quienes le acompañan en cada momento.
¿Cómo podemos se humildes y enseñar a nuestros hijos a serlo?
Tengamos en cuenta que la persona humilde es sencilla, modesta y respetuosa.
Frecuentemente penalizamos a nuestros hijos cuando comenten errores o los alabamos excesivamente cuando logran algo. Con esto, les estamos indicando que es malo equivocarse y que solo la perfección merece ser reconocida, en vez de enseñarles a vivir sin miedo a errar y a aceptar que nos equivocamos con mucha frecuencia. Lo importante es poder aprender de cada desacierto. Por ejemplo, un momento ideal para enseñar humildad es cuando compartimos con nuestros hijos sus juegos. En los juegos se gana o se pierde. Aprender a ganar con modestia respetando al adversario y aceptar perder sin dejarse llevar por la frustración es una buena lección de vida.
Diariamente, vivimos momentos en los que el trabajo colaborativo entre los miembros del equipo permite alcanzar los propósitos esperados. Es ahí en donde tenemos que reconocer el esfuerzo y el conocimiento de los demás. Tratemos de que nuestros hijos siempre valoren las contribuciones y habilidades de los otros.
Por último, recordemos que ser humildes no es ser serviles, ni es permitir que nos humillen, es simplemente agradecer por todo lo logrado, estar dispuestos a escuchar las necesidades, los deseos y los intereses de con quienes convivimos, saber pedir disculpas cuando es necesario y reconocer que cada persona es valiosa pues de cada una de ellas podemos aprender siempre algo nuevo para lograr nuestros sueños y poder construir un futuro mejor.