Hoy todo parece girar entorno a una pantalla y a veces esa realidad nos preocupa.
Hace un año, estábamos todos angustiados por la cantidad de horas que nuestros hijos dedicaban a estar conectados viendo videos, comentarios en las rede sociales o jugando videojuegos. Llegó la pandemia del coronavirus y de pronto la nueva realidad cambió nuestro discurso hacia el uso de pantallas. Ahora, para poder relacionarse con los amigos, para compartir con los abuelos o con otros familiares, para tomar las clases o hacer alguna actividad extracurricular inevitablemente hay que hacerlo a través de un dispositivo electrónico.
¿Afectará esta situación a nuestros hijos? No parece que ahora mismo haya una respuesta a esta pregunta. Tendría que pasar el tiempo para poder observar los resultados que a largo plazo reflejen los estudios que se realicen. Sin embargo, para nuestra tranquilidad sabemos que el cerebro es inteligente y adaptativo, así que convivir con los dispositivos electrónicos será algo con lo que todos tendremos que aprender a coexistir.
Lo que hoy estamos viviendo es una situación muy particular y solo tenemos que sobrevivir a ella hasta que volvamos a la normalidad acostumbrada. Sin embargo, el tener que dejar a nuestros hijos a acceder a las redes, a los libros digitales y a las plataformas educativas no significa que estemos dando luz verde al exceso de videojuegos, al mal uso del internet, ni a permitir que se afecten las horas de sueño, de jugar y compartir en familia. El momento y las circunstancias exigen más de nosotros, pues tendremos que estar más pendientes de qué están haciendo y si el tiempo en que están conectados es realmente un tiempo productivo, de aprendizaje y de socialización.
Así que, sin mucho temor, pero con mucha ocupación, permitamos que sus cerebros entren al mundo digital y permitamos que se abra esta ventana que hace unos meses hubiésemos intentado cerrar.