Siempre hay cosas valiosas que se pueden dar y la manera de darlas es aún más valiosa.
La generosidad es un valor indispensable para mantener una sociedad desinteresada, sin avaricia ni codicia. Ser generoso es estar dispuesto a ayudar a los demás y a dar nuestras propias cosas sin esperar nada a cambio.
Educar en este valor es muy importante. Los niños más pequeños tienden a guardar sus pertenencias y evitan compartirlas. Se enfurecen cuando alguien trata de quitarles lo que ellos consideran es de su propiedad. Esto es normal, pero no por ello hay que aceptarlo sin explicarles la importancia de ser generosos. Los adultos somos lo que tenemos la obligación de educarles y mostrarles que al ser amables con los demás, pensar en los que nos rodean e interesarnos en el bienestar del otro nos convertimos en mejores personas.
Como siempre, el ejemplo de los adultos será la mejor manera de enseñar. Es importante que nuestros hijos aprendan a sentir y vivir la emoción de poder compartir, acompañar y ayudar a los demás. Cada acto generoso debe surgir del propio deseo de la persona y nunca debe ser una imposición. Si obligamos a nuestros hijos a compartir, ellos verán en la generosidad no un acto bueno, sino algo que les enoja o les frustra. Hay que lograr que este sentimiento nazca en ellos de manera espontánea y que el acto solidario y generoso les dé satisfacción y bienestar.
A través de juegos, lecturas y videos apropiados podemos mostrarles a nuestros hijos los valores que encierran las actuaciones generosas. Tratemos primero de que ellos observen y distingan las necesidades de los demás, pues a partir de ahí se darán cuenta que en sus manos está poder hacer feliz a otros. Enseñémosles que siempre tendremos algo que compartir y que la forma en que lo hagamos será también muy valiosa e importante para los demás y para la buena convivencia social.
Aprovechemos cada situación para animarlos a ayudar, a compartir no solo cosas materiales, sino también cosas intangibles como una simple sonrisa o una frase halagadora. Comencemos por nosotros mismos, en nuestro hogar, recordando que al dar amor construimos nuestra propia felicidad.