El que tiene buenos modales lo reconocemos como una persona amable, agradable, afable, que muestra afecto y respeto hacia los demás.
Todos quisiéramos estar rodeados de personas así, que transmitan paz y sepan considerarnos, pero no siempre esto es posible. A veces, nos encontramos con respuestas violentas, con falta de delicadeza y humildad, con indiferencia y apatía, con quienes carecen de la exquisita educación que solo se adquiere con una adecuada formación en valores, que comienza en el hogar, se fortalece en el colegio y se consolida en la sociedad.
Saber no perder la compostura en momentos o situaciones desafiantes es el fruto de una educación emocional continua y permanente. Ser amable es algo que se aprende con acciones sencillas, que repetidas se convierten en hábitos.
Los adultos tenemos que considerar que es con nuestro accionar que estamos modelando las conductas de nuestros hijos, por lo que es importante incorporar en nuestro vivir actuaciones amables. Por ejemplo, saludar al vecino o al amigo, dar las gracias, ayudar al necesitado, compartir, esperar con paciencia en una fila, decir buenas noches, acompañar a alguien que está solo, cooperar en la casa, elogiar a nuestros allegados, ceder el paso en el tránsito, alegrar al que esté triste, llamar por su nombre a los demás… Esos son solo unos pocos ejemplos que haciéndolos día a día nos convierten en personas sensibles, empáticas y amables.
Es importante saber que la amabilidad debe ser espontánea y no debe estar condicionada. No somos amables si decimos: te ayudo con esa tarea si recoges tu habitación. Hay situaciones donde la amabilidad esconde un chantaje emocional que resulta negativo para una buena convivencia.
En otro extremo están los que son exageradamente amables y lejos de agradar, agobian. Piensen también, que un exceso de amabilidad en un momento en el que estamos corrigiendo una conducta no resultará producente. Saber cuándo y cómo ser amables es parte de lo que debemos tener en cuenta y lo que debemos enseñarles a nuestros hijos.
Algo a considerar es aprender a reconocer la sutil diferencia entre no ser amable y mostrar nuestro desacuerdo. Ser amable no es hacer todo lo que la otra persona nos diga. Hay momentos en los que, sin darnos cuenta, incitamos a que nuestros hijos hagan cosas con las que no se sientes cómodos, para agradar o ser amables con alguien, un familiar o una visita y esto es un error. Si alguien propone algo que no nos agrada o nos hace sentir incómodos, es incorrecto o nos afecta a nosotros o a otra persona, definitivamente hay que decir “no”. Es importante adiestrar a nuestros hijos a cómo decir “no” sin ofensas, de manera respetuosa, pero con firmeza.
Educar en valores desde el hogar es una responsabilidad que no puede dejarse al azar, tenemos que inculcarles a nuestros hijos a tener buenos modales de manera general, a ser agradables y empáticos con la finalidad de aumentar el bienestar personal y de todos, en una convivencia armónica y afectiva. Recordemos que si dejamos de ser amables con quienes nos rodean, empezaremos a no tener a nadie a nuestro alrededor.