La disciplina es una virtud humana que nos permite crecer felices y seguros, construir nuestros sueños y alcanzar las metas que nos proponemos.
“Disciplina” es una de esas palabras polisémicas que tienen más de un significado. El término puede referirse a una ciencia o arte, sin embargo, lo más usual es asociarlo al cumplimiento de determinadas reglas establecidas en pro de algo o, también, a la capacidad que tienen las personas de ordenarse, entrenarse y persistir para lograr una meta o un propósito.
Es importante educar a nuestros hijos y estudiantes en el cumplimiento de las normas de conductas, porque estas existen en el hogar, en el colegio, en los trabajos y en la sociedad en general. Desde edades tempranas, ellos deben entender que ser disciplinados implica cumplir las reglas de la buena convivencia, ser puntuales y respetar a los demás evitando la docilidad, la intimidación y la violencia.
Es muy conveniente mostrarles que una persona indisciplinada puede, con su accionar, ponerse en peligro e incluso puede poner en riesgo a otros. Ejemplo de esto lo vemos diariamente en aquellos que violan las normas del tránsito o las reglas establecidas para manejar herramientas o maquinarias. Hacer que nuestros hijos sepan cumplir las reglas y normas establecidas les permitirá entender cómo es que se logra una buena convivencia en comunidad y cómo podrán convertirse en personas autónomas, tolerantes y responsables.
La disciplina es la virtud humana que nos permite perseverar, ser constantes y trabajar duro para hacer realidad los sueños y las metas que nos proponemos. Nuestros hijos deben reconocer la importancia de tener autodisciplina cumpliendo las acciones cotidianas sin que nadie los esté supervisando.
Sabemos que hay personas que a pesar de tener un don innato para hacer determinadas actividades no logran el éxito por falta de disciplina. Los triunfadores en las ciencias, en las artes y en los deportes son generalmente personas altamente disciplinadas que se esfuerzan al máximo para triunfar. Por eso, es primordial enseñarles a ser autoexigentes, a que deben esforzarse por hacer las cosas siempre de la mejor manera y a competir con ellos mismos para ser cada día mejores.
Sabemos que es necesaria la disciplina en todos los aspectos, pero hay que considerar que los niños tienen que ser guiados para que puedan autorregularse. Los adultos debemos tener presente que las reglas o límites que establezcamos deben estar sustentados en el respeto, la autoestima y estar concebidos para el beneficio del crecimiento personal de los menores. Nuestras conductas deben ser coherentes con nuestras exigencias, todos debemos estar en la misma armonía. Nuestras acciones deben ser siempre dignas a imitar. La dejadez, la holgazanería y la excesiva relajación no son cualidades que ayudan a ser mejores, así que debemos procurar ser consecuentes con lo que proclamamos. Seamos siempre buenos referentes para que ellos puedan crecer felices y seguros, puedan construir sus sueños y alcanzar las metas que se propongan.