El liderazgo es la capacidad que tienen las personas de poder influir positivamente y motivar a otros, sirviendo de guía con responsabilidad, respeto y honestidad.
El líder sabe comunicar sus ideas; es creativo, visionario, decidido, negociador y usualmente extrovertido.
La adolescencia es una de las etapas de la vida más emocionantes y retadoras que trae consigo cambios físicos y psicoemocionales. Es en esta etapa en la que los jóvenes comienzan a formar su identidad personal y colectiva, afrontando decisiones importantes que los conduce a buscar su autonomía. Es en este momento, cuando los jóvenes empiezan a enfrentarse a distintas circunstancias que los llevan a asumir roles dentro de la sociedad, por lo que es necesario que desarrollen cualidades de liderazgo.
Desde la infancia, si prestamos atención a los juegos de los niños cuando están en grupos, nos resulta fácil identificar a los que tienen cualidades de líder, pues son los que parecen llevar la dirección de las actividades, ejecutan las tareas de forma muy natural y son a quienes los demás niños siguen. En cada grupo, siempre podemos identificar, no solo a los líderes, también podemos reconocer a los “seguidores” que, aunque no asumen una actitud muy activa, sí son participativos. Además, podemos distinguir a los “no participantes”, que son los que no se ofrecen de manera voluntaria para realizar una acción y solo responden si se les solicita o se les insiste. Saber reconocer quién es cada uno es muy importante, pues evita que forcemos a un niño a comportarse como no desea, algo que limitaría su capacidad de aprendizaje y de relacionarse con los demás. No todos los niños tienen que ser líderes, aunque todos pueden desarrollar las habilidades de liderazgo. Cada uno tiene su forma de ser y cada uno asumirá su rol. Solo tenemos que estar pendientes de los que puedan sentirse excluidos, pues está en las manos de los educadores utilizar estrategias y dinámicas concretas para fomentar el interés y la capacidad de decisión de aquellos que se muestren más tímidos que otros y promover las oportunidades para que todos tengan la posibilidad del desarrollo de las habilidades que se requieran.
Vivimos en un mundo cada vez más desafiante y para hacerle frente a los grandes avances que cada día se producen es necesario poder contar con líderes comprometidos, responsables y empáticos, dispuestos a innovar, crear nuevas alternativas e inspirar a los que les rodean. De ahí, la importancia de ocuparnos de que nuestros hijos adquieran habilidades de liderazgo, igual que nos preocupa que obtengan conocimientos de matemática, ciencias, idiomas y tecnología. El líder no necesariamente nace con el don de serlo. Estas habilidades pueden ser perfeccionadas a través del aprendizaje y la práctica.
¿Cómo podemos los padres fomentar el liderazgo en nuestros hijos?
Permitamos que puedan expresarse libremente exponiendo sus pensamientos, ideas y opiniones. Que sepan usar un tono de voz firme, sin prepotencia ni autoritariamente, pero sí con convicción y seguridad. Dominar el arte de la comunicación es primordial.
Desde pequeños enseñémosles a tomar pequeñas decisiones y poco a poco vayamos involucrándolos en decisiones familiares. Hacerles ver los pros y contras de sus decisiones resultará una enseñanza valiosa para futuros análisis.
Para que adquieran responsabilidad y sepan asumir compromisos es recomendable, además de las actividades escolares y extracurriculares, asignarles otras tareas dentro del hogar o relacionadas con el trabajo de sus padres. Facilitarles la oportunidad de trabajar en equipo fomentará su sentido de cooperación, coordinación y colaboración.
Enseñemos a nuestros hijos a negociar, a saber ganarse las cosas, a ser perseverantes y resilientes.
Conversemos sobre sus fortalezas y en cómo pueden potenciar las mismas. Apoyémosles, también, en identificar las debilidades que pueden mejorar.
Por último, el desarrollo de la inteligencia emocional y la empatía son habilidades muy importantes de un buen líder. Por eso, debemos enseñarles a los adolescentes, cómo comprender y controlar sus emociones, y a que entiendan a reconocer lo que los demás sienten.
Comprendamos que el liderazgo no es una meta a la cual hay que llegar, sino que es un camino que hay que recorrer, lleno de muchos aprendizajes que permitirán preparar a nuestros hijos para que puedan enfrentarse con éxito a la toma de decisiones que el futuro les demandará.