La responsabilidad es un valor que se forja desde las primeras edades y está muy relacionado con los de respeto y compromiso.
La responsabilidad es el compromiso que cada persona contrae con la sociedad, con los demás y consigo mismo dando cumplimiento a sus obligaciones de manera oportuna y eficiente. Una persona responsable es cuidadosa al momento de tomar decisiones y acepta las consecuencias de sus acciones. Este valor garantiza la estabilidad y el fortalecimiento de una sociedad porque vivifica las relaciones familiares y promueve la justicia. Una persona con una conducta irresponsable afecta a todos los que le rodean; es por ello que se le da tanta importancia a este valor en la formación de nuestros niños y jóvenes.
¿Cómo logramos que nuestros hijos sean responsables?
Lo primero es, que para poder cumplir con unas obligaciones contraídas es necesario conocer cuáles son esas obligaciones y a veces estas no están muy bien determinadas. Así que, hay que comenzar por ahí: tenemos que proponernos educar a nuestros hijos con libertad, pero precisando los límites y estableciendo las reglas claras.
Es importante que las reglas de la casa sean comprensibles y se cumplan con coherencia, para tener definidas las consecuencias cuando estas se incumplan. Establezcamos pequeñas obligaciones adaptadas a las diferentes edades y con ellas, nuestros hijos podrán experimentar y aprender la responsabilidad y el compromiso. Permitamos que se sientan útiles y aporten con su esfuerzo a la realización de las tareas familiares manteniendo ordenada su habitación, sus juguetes, su ropa, sus libros, atendiendo a las necesidades de los demás, ayudando a fregar, a poner la mesa, a sacar la basura…
El sentirse útil les reforzará el sentimiento de pertenencia y les enriquecerá la experiencia personal para una vida futura independiente.
Esto también es válido en el colegio, donde hay responsabilidades y deberes muy bien determinados. Desde los primeros grados, aprenden a cumplir con llegar temprano a clases, a realizar las asignaciones y participar en las actividades, entre otras muchas otras.
A veces, como padres, nos sentimos en la necesidad de proteger a nuestros hijos hasta el punto de evitarles las consecuencias por determinadas decisiones o acciones. Esto es algo sobre lo que debemos reflexionar y asegurarnos que, siempre que ellos no estén en peligro, deben ser capaces de reconocer, aceptar y cumplir sus compromisos y responder por sus acciones irresponsables o descuidadas. No siempre se puede pedir ayuda, hay que aprender a esforzarse por hacer las cosas por uno mismo. Hay que enfrentar las dificultades naturales de las tareas, pues solo así se aprende el valor y la recompensa del esfuerzo, algo muy valioso para la vida adulta.
Tengamos siempre presente que la responsabilidad se aprende desde el núcleo familiar, se enriquece en la comunidad educativa y se pone de manifiesto con el compromiso social de cada persona al fomentar una sociedad más justa para todos.