Nada preocupa más a unos padres que tener que dejar ir a su hijo a una fiesta de amigos.
Todos reconocemos la importancia de la vida social del adolescente y sabemos que las fiestas son un modo de socializar y relajarse a la que todos los jóvenes piden poder participar sin la intervención de los adultos. Sin embargo, como padres sabemos de que una fiesta sin supervisión o mal planeada puede traer consecuencias indeseables o incluso trágicas. Los padres tenemos la responsabilidad de organizarles y proveerles la posibilidad a nuestros hijos de que tengan una fiesta divertida y sin peligros en la que puedan disfrutar y fortalecer los lazos sociales.
El primer inconveniente de las fiestas de los adolescentes es que ellos a menudo esperan encontrar además de música y amigos, algunas bebidas alcohólicas. Hemos escuchado a algunos padres plantear que prefieren dejar que los adolescentes beban en su propia casa donde “puedan estar protegidos”. Aunque las intenciones sean buenas, la idea es totalmente insensata. Además de dar un mensaje distorsionado de que las leyes pueden ser violadas, nadie puede asegurar la protección a un adolescente cuyo juicio esté afectado.
La comunicación y la honestidad son importantes para proteger a nuestros hijos. Se ha podido corroborar que aquellos jóvenes que hablan regularmente con sus padres sobre el uso de drogas, consumo de alcohol y otros temas importantes a los que se verán expuestos al compartir con sus pares están mejor preparados para tomar decisiones racionales. Conversemos con nuestros hijos adolescentes y reafirmémosles que esperamos que no beban alcohol, que no usen sustancias nocivas y que se comparten juiciosamente en las fiestas.
Una estrategia eficaz que podemos usar los padres es mantener una estrecha comunicación con los otros padres. Debemos conocer a los amigos de nuestros hijos y a sus respectivos padres. Si nuestro hijo está planeando ir a una fiesta, llamemos a los padres para confirmar si van a estar en la casa y si no van a permitir el uso de alcohol.
Otro aspecto que a veces no se tiene en cuenta es el asegurarnos cómo nuestro hijo va a ir al lugar y cómo va a volver a nuestra casa. No debemos negarles ir a la fiesta, pero enfaticemos que puede llamarnos en cualquier momento para recogerlos y expliquémosles ante qué situaciones deben decidir hacer esa llamada. Debe haber, ante todo, confianza. Tenemos que recordarles que nunca deben irse en un auto conducido por alguien que ha estado bebiendo o usando otras sustancias y que nosotros estamos dispuestos a ir en su búsqueda a cualquier hora.
Tratemos de estar despiertos cuando nuestro hijo llegue a casa. Así podremos verificar la hora de llegada y hablar acerca de los sucesos de la noche.
Por último, si nuestro hijo se va a quedar a dormir en la casa de un amigo o amiga después de la fiesta, comprobemos con los padres del amigo que esto es así y verifiquemos que ellos estarán en casa.
Además de comunicación, honestidad y confianza, hay que saber “dónde está nuestro hijo, con quién está y qué hace”